domingo, 22 de junio de 2008

EL HUERTO DE LA UTOPIAS

¿Dónde se encuentra la luz que ilumina el camino hacia un horizonte distinto para millones de mexicanos? ¿Cuáles son las utopías que alimentan el quehacer de cada día? Las generaciones pasan, y salvo para muy pocos a quienes vida les sonríe, para la inmensa mayoría de las personas el camino es estrecho, de poca luz y sin horizonte claro. Este escenario es obra y gracias de los actores que más influyen en moldear actitudes, conductas y toma de decisiones. Y al parecer de esto nadie se salva. Ni tratándose de negociadores relacionados con asuntos del espíritu, ni tratándose de los encargados de los asuntos de la tierra.
El papa Benedicto II acaba de visitar Estados Unidos. Ataviado con las mejores ropas y joyas el representante de Dios sobre la tierra compartió el pan con el presidente de Estados Unidos, el más sanguinario en la historia de Estados Unidos. El también representante del Estado Vaticano, no parecía inmutarse ante el judas anfitrión.
Pero si hasta el representante de Dios en la tierra comete sus pifias, con más razón los que guían sus pasos por intereses terrenales: los partidos políticos en México no atinan a darle unidad, rumbo y salidas decorosas a los grandes problemas nacionales. No logran incidir positivamente, ni en el ánimo, ni en los hechos de la gente.
De la competencia electoral entre el PRI y el PAN se esperaban cosas mejores para el bien de la nación. Porque acaso no se ha dicho hasta la saciedad el mercado es la mejor opción para depurar y mejorar las cosas. Pues la hipótesis parece no estarse cumpliendo en el caso de los otrora grandes rivales de la arena política mexicana. Ambos partidos nacieron defendiendo causas distintas: el PRI para institucionalizar los logros de la revolución mexicana de 1910 y el PAN para aponerse a las políticas nacionalistas de aquel. El PAN llegó al poder a partir de repudiar las políticas del PRI pacientemente elaboradas e inyectadas a la sociedad mexicana durante setenta años. Pero hoy parecen uno sólo. El PAN hizo un repaso de la historia y rápidamente aprendió que para mantenerse en el poder había que saber de la “cultura política” emanada del PRI. Por eso decidieron, estar juntos, caminar juntos, compartir entre ellos. O sea, comparten el pan, el vino y la sal. Así la utopía del 6 de julio del 2000, rápidamente se esfumó. ¿O qué es lo nuevo? ¿Esther Gordillo? Que pena que las cosas terminen así.
Ante tal desencanto, para millones de mexicanos, la siguiente fuente de esperanza fue la izquierda. Con vigorosidad teórica, diagnósticos profundos y propuestas distintas, todo indicaba que a la izquierda le había llegado la hora de tomar el poder y demostrar en la práctica que sabía gobernar de manera diferente. Pero no pudo. En un trance electoral, que dejó con la duda a millones de electores, no pudo asumir el gobierno. Y con esto se desmoronó la segunda utopía.
Pero aparentemente no todo estaba perdido para la izquierda y su proyecto de nación. Había quedado una estructura para gobernar la capital de la república, y estar presentes en las grandes decisiones del poder legislativo. Pero esta estructura no encontró formas de funcionamiento político que embonaran la vida partidista con la política real que se hace en los escenarios institucionales y poco a poco fueron aflorando diferencias al parecer insalvables que mantienen dos grandes rutas paralelas al parecer sin ninguna posibilidad de convergencia: de un lado los que nada quieren con el “gobierno espurio” y del otro, los que habiendo accedido a posiciones vía el mandato popular, necesariamente tienen que participar en los grandes debates y toma de decisiones en materia de políticas internas y externas. Esta dicotomía es motivo de otro gran desencanto, al no mostrar la izquierda oficio político para participar con éxito en el gran escenario de las instituciones de la democracia.
Pero aquí no acaba el asunto, porque lo que sigue predominando son los disensos y nos consensos. En este sentido, el problema más grave es el asociado con el cambio de dirigencia del partido del sol azteca. Enfrentados en contienda los “negociadores” con los “radicales”, el proceso electoral interno no tuvo un final feliz, a partir de los desaseos de que fueron objeto las elecciones en distintos estados de la república. Así el espectáculo público ha sido para desgano del más optimista militante o simpatizante de la izquierda en el país. Resultó que en el partido donde por décadas se luchó en contra del fraude electoral, también se sabía de esas prácticas y lo más lamentable que bien sabían ponerlas en operación. Se trata, tal vez, del mayor exabrupto cometido por un partido de izquierda en México y en el momento más inoportuno de la historia política, económica y social del país.
Los partidos se asocian con utopías porque son el medio a través del cual la sociedad busca construir un mejor presente y un mejor futuro. Pero para hacerlo posible los propios partidos han sido incapaces de acomodarse en el escenario mundial de la actualidad. Con ello, se muestran incapaces de responder a las expectativas de millones de personas. Que pena, que el tiempo pase y en lugar de avanzar se retroceda. Que pena que nadie riegue el huerto de la esperanza.

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